Minermen

No tartamudean sus ojos ante el blanco desnudo del papel, ya, la paciencia supera o derrite los mejores años.
Roca, acostumbrado a la dura roca en las profundidades, resuelto de carbón, hábito oscuro. Dicen que los mineros desarrollan los sentidos de forma extraordinaria.

Jubiló sus días incansable y pensativo en vueltas y vueltas que duerme la rutina, abrió la puerta  del armario la quinta de cinco, tenue, cálido. En el fondo estiró su presente y dejó que los tejidos tejieran, que las bolas de alcanfor le elevaran.

Cuarenta años, ¡Cuarenta años! no os miento, tardaron en encontrarlo.
Aquel hombre de tres metros y cincuenta centímetros envidia de la NBA, salió silvando una melodía como si fuera día de paga, reducido a 65 centímetros largos, descansado, y con, no voy a negarlo, fuerte olor a tiempo, húmedo.

Estas y otras maravillas contó Joaquín Cepero Seco en perfecto latín cuando le era curado su enigmático ojo de pollo, (efecto de la anestesia murmuran algunos), con retransmisión en directo por el CAnal de NOticias.

Desde el Ministerio le han enviado una atenta carta animándole a donar en el futuro su cuerpo a la ciencia, él que está en la re-edad del estirón ha sufrido un alargamiento singular de su dedo corazón.


En señal de nuestra envolvente amistad comparto con vosotos estos hechos.